«¿Esto es noticia?». «¿Qué actualidad tiene?». «¿Por qué quieres hablar ahora de elecciones agrarias?». «¡No lo menees, no lo menees…!» Estas son las reacciones con las que me encontré cuando comencé a contactar con varias fuentes de información para hacer un artículo sobre las elecciones al campo.
Quería escribir sobre qué pensaban los representantes de varias organizaciones profesionales agrarias de un proceso que el ex ministro Miguel Arias Cañete lanzó con muchas ganas al inicio de la legislatura y que su sucesora, Isabel García Tejerina, finalmente no ha culminado —a pesar de que afirmó que sí lo haría—.
Sin embargo, la mayoría de las respuestas obtenidas me han demostrado que es un asunto sobre el que poco interesa hablar y que, casi me atrevería a decir, molesta.
Mis fuentes tenían razón: esta información no es de actualidad. Pero, ¿seguro que no hay noticia? Yo diría que sí, sobre todo para quienes, de vez en cuando, nos gusta utilizar la memoria y hacer análisis.
¿Por qué quiero hablar de las elecciones agrarias? Porque fue un tema que calentó muchas cabezas y muchos ánimos (incluido el mío) cuando el ministro Miguel Arias Cañete, en un duro momento de crisis económica, se volcó en hacer una ley que nadie pedía sobre la representatividad de las organizaciones profesionales agrarias y que crea el Consejo Agrario.
Porque fue una iniciativa en la que se invirtió tiempo, trabajo y dinero de funcionarios, políticos y afectados… Finalmente, ¿para qué?
Porque es una normativa que, con toda seguridad, el equipo del actual Ministerio de Agricultura se colgará como medalla legislativa, a pesar de que, desde hace más de un año, dicha medalla no es más que papel mojado.
Un incumplimiento… y un alivio
Aunque fue el 26 de junio de 2014 cuando el Congreso de los Diputados le dio luz verde a esta Ley, su puesta en marcha todavía no ha sido efectiva a falta de reglamentos o reales decretos que la desarrollen.
Esta situación quizás demuestre lo que muchos pensamos y dijimos en su momento: este proyecto, más que una necesidad del sector agrario ha sido una cabezonería de Cañete, puesto que, desde que dejó Atocha y puso un pie en Bruselas, el impulso de culminarla se desinfló.
Su sucesora, a pesar de que en un principio se quiso mojar en el charco de Cañete, finalmente ha optado por ser más práctica y pasar de lado para no salpicarse. Menos aún de cara a unas elecciones generales que se presentan muy complicadas.
Mucho he cribado y se ha debatido sobre las elecciones agrarias en este blog, contando a quién le interesaba celebrarlas y a quién no; cuestionando si era el momento apropiado para unos comicios que en muchas comunidades autónomas nunca se han celebrado ni se celebrarán; planteando dudas sobre una Ley que presentaba pocas garantías electorales. [Ver artículos: Elecciones agrarias: democracia para el campo VS el desquite de Cañete; Elecciones agrarias… qué será, será? (I) y Elecciones agrarias… qué será, será (II)].
Ahora, cuando ya se hace balance del trabajo hecho en los últimos cuatro años, las elecciones agrarias quedan como una promesa incumplida de García Tejerina.
Inclumplimiento con el que, por otra parte, muchos respiran aliviados.